El río es la expresión del corazón de Dios. El movimiento de Dios, la danza entre el Padre, el Hijo y el Espíritu santo (perijoresis).
Él trae todas las riquezas.
El ritmo de esa danza es el amor. Es el ritmo divino.
Ese movimiento que se suelta es un río, tiene un ritmo. Que no es no rápido ni lento. La velocidad divina es el tiempo oportuno. Eso tenía que ocurrir en Su voluntad.
Esto nos quita toda ansiedad, porque Dios tiene el momento exacto.
No podemos adelantar ni atrasar. “Señor, que el tiempo terrenal se encuentre con tu tiempo divino”
Juan 2:4 Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.
Jesús se movía al ritmo del Padre y Espíritu Santo.
Jesús reconoce la necesidad, pero hay una diferencia en el ritmo… fue cortita. El esperaba el tiempo oportuno.
Dios reconoce la necesidad, sabe lo que necesitamos, pero no acciona el mover celestial nuestra necesidad sino el tiempo oportuno.
Tengo que ir a Su ritmo exacto. Entonces no habrá ansiedad.
“Señor, quiero moverme en Tu ritmo”
¿Cómo experimento ese ritmo en la vida cotidiana?
El Señor te impulsa a hacer algo o te detiene. Él te está moviendo. Todo empieza a encajar sin esfuerzo.
Alguien te escribe un mensaje urgente y el Espíritu te dice “no le contestes ahora”.
Tenés un proyecto, pero nada fluye, golpeás puertas, pedís ayuda, buscás como pero nada se mueve. Entonces el Espíritu dice ”todavía no es el tiempo” pero luego algo cambia y te llega una propuesta de inversión en tu proyecto sin que hagas esfuerzo.
Hacer algo fuera de horario. ¡el Señor te dice que le escribas a alguien a las 3 de la mañana, le mandás y esa persona justo está despierta y necesitaba esa palabra!
Es el tiempo oportuno.
El Señor nos muestra el momento oportuno. Entramos en el ritmo divino y todo lo que hacemos nos sale bien.
También es aceptar un “no” como respuesta. Porque el Señor nos guarda para otra agenda. Su agenda.
¿Cómo hago para conocer el ritmo?
¡Estamos invitados a entrar en el baile, podemos conocerlo! ¡¡Como cuerpo estamos invitados!!
Juan 7:37-39 37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. 39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
¡Entramos por invitación! ¡Sin ella no podemos entrar!
Cristo nos abrió el baile a todos.
El “yo” no está invitado. La segunda manera es yendo al altar.Es una rendición diaria. Él nos dice a qué morir.
Morir al perfeccionamos espíritu:
Jeremías 2:13 13 Porque dos males han hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.
Dejaron a Dios que es la única fuente, sustituir a Cristo por otras cosas.
Esfuerzos humanos pero todo esfuerzo se va. (Cisternas rotas)
Cuando con nuestra capacidad sustituimos al Cristo que ya lo hizo todo.
“Espiritualmente pensamos que tenemos que ser una joyita”, un estándar de Dios propio. Si te equivocás te escondés.
Como sentir que hice las cosas bien para poder descansar… entonces es como un salario, lo recibo porque “hice las cosas bien”.
Te movés por rendimiento, y no por rendición. Si hago Dios me felicita y me da premio.
El Señor no necesita nuestra perfección sino nuestra rendición.
Entrégate al rio no al análisis. El análisis es tu alma que quiere ser perfecta… donde ya no necesitamos defender nuestra vida espiritual delante del Señor ni de nadie!
Cuando orás también es una carga soltada.
Él huele ese perfume y vuelven a bajar más cargas.
Si hay una promesa, hay un tiempo oportuno.
¡¡¡Soltará el “ahora” y lo vas a disfrutar!!!